Un par de puntos que recoge mi trabajo de Historia sobre la cabaña de Martin Heidegger

“Ser hombre significa: estar en la tierra como mortal, significa habitar. La antigua palabra bauen significa que el hombre es en la medida en que habita; la palabra bauen significa al mismo tiempo abrigar y cuidar; así, cultivar (construir) una tierra de labranza, cultivar (construir) una viña. Este construir sólo cobija el crecimiento que, por sí mismo, hace madurar sus frutos.”
“Solo si somos capaces de habitar podemos construir. Pensemos por un momento en la Selva Negra que un habitar todavía rural construyó hace siglos. Aquí la casa ha erigido el ejercicio reiterado de la capacidad de dejar que tierra y cielo, divinos y mortales entre simplemente en las cosas. Ha emplazado la casa en la ladera de la montaña que está a resguardo del viento, en las praderas, en la cercanía de la fuente… …Y de este modo, bajo el tejado, a las distintas edades de la vida les ha marcado de antemano la huella de su paso por el tiempo. A la casa de campo la ha construido un oficio que surgió, él mismo, del habitar. Un oficio que necesita, además, sus instrumentos y sus andamios como cosas.”
El habitar es el rasgo fundamental del ser según los mortales.


Aprovecho la pequeña lectura que he estado haciendo este principio de curso sobre Martin Heidegger y su cabaña en la selva negra para comentar un par de puntos. Son simplemente una pequeña pincelada la cual convendría poner en contexto pero realmente para eso ya esta el trabajo completo... quería publicar esto aquí porque me ha resultado entretenido y me lo he pasado bastante bien recopilando la información.

Landscape with a Stack of Peat and Farmhouses  Drenthe,
September - December 1883 Vincent van Gogh (1853 - 1890)



REFUGIO
“En una abrupta cuesta de un amplio y alto valle de la Selva Negra se levanta un pequeño refugio de esquiadores a 1.150 m. de altura sobre el nivel del mar. Su planta mide de 6 a 7 m. El bajo techo recubre tres cuartos: la cocina, el dormitorio y un gabinete de estudio. En el estrecho fondo del valle y en la ladera opuesta, igualmente abrupta, yacen dispersos los cortijos de los campesinos, ampliamente emplazados, con el gran techo que pende sobre ellos. Cuesta arriba se extienden las praderas y las dehesas hasta el bosque con sus viejos, enhiestos y oscuros abetos. Todo lo domina un claro cielo soleado en cuyo resplandeciente espacio dos azores se elevan trazando círculos.” – Introducción de “¿Por qué permanecemos en las provincias?
Este concepto de construcción como refugio me traslada a las ideas de Henry David Thoreau en Walden, de Edgar allan Poe en Filosofía para el mobiliario o de Gastón Bachelard en La poética del espacio. La casa queda concebida como un lugar donde podemos ser libres y despojarnos de influencias externas, un lugar donde leer, escribir y pensar libremente. 
“Cuando en la profunda noche del invierno una bronca tormenta de nieve brama sacudiéndose en torno del albergue y oscurece y oculta todo, entonces es la hora propicia de la filosofía. Su preguntar debe entonces tornarse sencillo y esencial. La elaboración de cada pensamiento no puede ser sino ardua y severa. El esfuerzo por acuñar las palabras se parece a la resistencia de los enhiestos abetos contra la tormenta.”

Sower in the Rain  Saint-Rémy-de-Provence,
March - April 1890 Vincent van Gogh (1853 - 1890) 

Como en La poética del espacio el sueño de perfección desemboca en la habitación imaginaria, lugar de contemplación, como refugio silencioso donde el espíritu puede hallar al fin cierto grado de paz. Los muros de la cabaña protegen al hombre de los elementos, a la vez que el “abeto resiste contra la tormenta”, el hombre indaga en lo más profundo de su ser despojado de distracciones banales intentando llegar a un estado de conexión con lo más puro y esencial de nuestra existencia. Nos calentamos en la cabaña gracias a que hace frío fuera. Como dice Baudelaire el soñador pide un inverno duro. Pide anualmente al cielo tanta nieve, granizo y heladas cuantas puede contener. Con ello su nido será más cálido, más dulce, más amado…. 


Vincent van Gogh


“Pero en la ciudad la casa no tiembla bajo el trueno. No tiembla con nosotros y por nosotros. En nuestras casas apretadas unas contra otras tenemos menos miedo. La tempestad en París no tiene la misma ofensividad contra el soñador que contra una casa en solitario.”
En torno a esa soledad centrada irradia un universo que medita y ora, un universo fuera del universo. La cabaña no puede recibir ninguna riqueza de “este mundo” Tiene una feliz intensidad de pobreza. La cabaña del ermitaño es la gloria de la pobreza. De despojo en despojo, nos da acceso a lo absoluto del refugio. 
El refugio parte del mundo orgánico, es levantado por el hombre que a su vez es un elemento de la naturaleza, en una morada. Con sus manos se sirve de la naturaleza, la cual no solo admira, sino que se siente parte de ella, hasta formar una sola cosa con el paisaje o los fenómenos naturales que le
rodean, y llega a ver expresados en la naturaleza circundante sus mismos sentimientos.
La naturaleza no es algo que deba ser conquistado por el hombre, sino que, todos los seres de la naturaleza son nuestros iguales y casi parte de nuestro ser, por tanto debemos amarlos, cuidarlos y protegerlos. Y es consciente de que literalmente vive de ella y así no solo de forma física, crea. El concepto de refugio que teje tiene más fuerza existencial que material. La morada echa raíces y se funde en armonía con el entorno. Esto me lleva a mencionar que el interior de la cabaña de Heidegger solo alberga los utensilios y mobiliarios estrictamente necesarios para la vida.
“El excesivo pintoresquismo de una morada puede ocultar su intimidad. Esto es cierto en la vida. Las verdaderas casas del recuerdo, las casas donde vuelven a conducirnos nuestros sueños, las casas enriquecidas por un onirismo fiel, se resisten a toda descripción. Describirlas equivaldría a ¡Enseñarlas! Tal vez se pueda decir todo del presente, ¡Pero del pasado! La casa primera y oníricamente definitiva debe conservar su penumbra” Del capítulo la casa, del sótano a la guardilla de poética del espacio de Gastón Bachelard
Aprovecho esta cita para ligarla a la melancolía expresada por Heidegger respecto a tiempos pasados.
En el refugio nada sobra y nada falta. Como curiosidad Heidegger mantenía su cabina donde escribía vacía de libros, será en su casa en la ciudad donde tiene su biblioteca pero la cabaña es un lugar estrictamente destinado a pensar. Por ello está limpio de cualquier influencia.  El habitar de forma descongestionada, dejando nuestra mente pensar de forma libre y fluida, como fluye el agua en la pequeña fuente que queda alado de la cabaña de Heidegger, y que tan importante función hace. La conexión tan íntima con la naturaleza que se da en este lugar es condicionante directo de las cosas que pasan en este entorno. Esa pequeña fuente de agua limpia y cristalina de las montañas al igual que los pájaros libres cantando por las mañanas, o los olores del campo crea el telón de fondo del “momento para la filosofía” “Yo mismo nunca miro realmente el paisaje. Siento su transformación continua, de día y de noche, en el gran ir y venir de las estaciones. La pesadez de la montaña y la dureza de la roca primitiva”










Christina’s World (1948) Andrew Wyeth


CONTRA LA SOCIEDAD MODERNA
“Muchos alemanes han perdido su tierra natal, tuvieron que abandonar sus pueblos y ciudades, expulsados del suelo natal. Otros muchos, cuya tierra natal les fue salvada, emigraron sin embargo y fueron atrapados en el ajetreo de las grandes ciudades, obligados a establecerse en el desierto de los barrios industriales. Se volvieron extraños a la vieja tierra natal. ¿Y los que permanecieron en ella? En muchos aspectos están aún más desarraigados que los exiliados. Cada día, a todas horas están hechizados por la radio y la televisión. Semana tras semana las películas los arrebatan a ámbitos insólitos para el común sentir, pero que con frecuencia son bien ordinarios y simulan un mundo que no es mundo alguno. En todas partes están a mano las revistas ilustradas. Todo esto con que los modernos instrumentos técnicos de información estimulan, asaltan y agitan hora tras hora al hombre - todo esto le resulta hoy más próximo que el propio campo en torno al caserío; más próximo que el cielo sobre la tierra; más próximo que el paso, hora tras hora, del día a la noche; más próximo que la usanza y las costumbres del pueblo; más próximo que la tradición del mundo en que ha nacido.  Nos tornamos más pensativos y preguntamos: ¿qué sucede aquí, lo mismo entre los que fueron expulsados de su tierra natal que entre los que permanecieron en ella? Respuesta: el arraigo del hombre de hoy está amenazado en su ser más íntimo. Aún más: la pérdida de arraigo no viene simplemente causada por las circunstancias externas y el destino, ni tampoco reside sólo en la negligencia y la superficialidad del modo de vida de los hombres. La pérdida de arraigo procede del espíritu de la época en la que a todos nos ha tocado nacer.” Serenidad, 1995

Heidegger sostenía que el individuo está en peligro de ser sumergido en el mundo de los objetos, la rutina diaria, y en el convencional y superficial comportamiento de la multitud. El sentimiento de temor (Angst) lleva al individuo a una confrontación con la muerte y el último sin sentido de la vida, aunque sólo por este enfrentamiento puede adquirirse un auténtico sentido del ser y de la libertad. La idea del sin sentido de la existencia humana lo hizo ser considerado como parte de la corriente existencialista, precursora en gran medida de las ideas de filósofos como Jean Paul Sartre. A esta obra la siguieron otras como Introducción a la Metafísica (1953). Opinaba que la sociedad tecnológica moderna ha favorecido una actitud elemental y manipuladora que ha privado de sentido al ser y a la vida humana, un estado que llamaba nihilismo. “En parís no hay casas. Los habitantes de la gran ciudad viven en cajas superpuestas. A la ausencia de valores íntimos de verticalidad, hay que añadir la falta de cosmicidad de la casa de las grandes urbes. Allí las casas ya no están dentro de la naturaleza. Las relaciones de la morada y del espacio se vuelven facticias. Todo es máquina y la vida íntima huye por todas partes.” Bachelard Las calles son como tubos donde son aspirados los hombres (Max picard) “Y la casa ya no conoce los dramas de universo”

Vivimos en un mundo que propicia la desconexión del hombre con el medio, que nos distrae de las cosas más puras que están inamovibles al cambio de nuestra vertiginosa sociedad. Donde muchas veces ni siquiera somos conscientes de nuestra propia posición en el mundo. 


“A todas horas, todos los días, ellos están encadenados a la radio y a la televisión. Semana tras semana las películas les transportan a insólitos pero a menudo vulgares estados de la imaginación y les dan la ilusión de un mundo que no es lo que las técnicas modernas de comunicación estimulan, aíslan y conducen al hombre, todo eso está ya más próximo al hombre de hoy que los campos de alrededor de su granja, más próximos que el cielo sobre la tierra, más próximos que los cambios del día y la noche, más próximos que las convenciones y costumbres de su pueblo, que la tradición de su mundo nativo” de Por qué permanecemos en las provincias.

Es tal la violencia con la que somos bombardeados que lo raro sería no caer en estados de depresión profundos de no ser por el ejercicio concienzudo de mantenernos alejados de ciertos estímulos y buscar otros más “puros”. La casa es pues la huida del ágora, del foro, de lo público, del bullicio. Lugar de lo auténtico. En un mundo que ya es hostil de por sí porque iríamos a buscar distorsionarlo más, porque nos habría de interesar el ruido que lo llena todo. Por qué buscaríamos entretenernos con algo falso pudiendo disfrutar de lo puro y auténtico, de lo más elemental, nativo e innato. Lo auténtico se contrapone así a dos manifestaciones de la exterioridad: las tecnologías industrializadas y los medios de comunicación (Más apropiado sería decir medios de manipulación).

No solo la naturaleza queda estragada por nuestra depredación tecnológica: la introducción del mundo de la opinión en el interior de la casa –la radio, la televisión, el periódico- supone una violencia sobre el habitar, más ampliamente sobre el existir. En acerca de la tecnología Heidegger ser lamenta por que el ser humano ha dejado de pensar. Toda reflexión, meditación, cruce de opiniones queda sintetizada en unas pocas ideas y no se desarrolla en profundidad. Hemos aprendido a no pensar. 
What Is Called Thinking?  Fue una conferencia que dio Heidegger en la Universidad de Freiburg seis años después de la guerra. Empezó diciendo que aprendemos a pensar pensando, al igual que solo aprendemos a nadar nadando. Aún ahora el pensamiento que más nos debería hacer pensar es que seguimos sin pensar. Heidegger culpa a la tecnología global de esto. Que hablemos en alto no significa que estemos pensando. En nuestra época todo el mundo habla más y más produciendo información, que se convierte en aún mayor sinsentido. Los humanos hoy en día huyen del pensar, incluso cuando parece que estamos más instruidos que nunca. Para Heidegger la tecnología es algo técnico, jamás nada humano. 


Pero aun así cierra su charla con un aire positivo, tal vez no estemos lejos de las raíces como pensamos. No podemos simplemente abandonar radios, periódicos y plantas energéticas. Tal vez mientras usamos estos dispositivos electrónicos en nuestro día a día, todavía podemos decir “no” a su intento de requerimiento de nuestro completo ser. Debemos decir “si” y “no” a la tecnología simultáneamente, debemos buscar un equilibrio moderado. Pero también podemos hacer otra cosa. Podemos usar los objetos técnicos, servirnos de ellos de forma apropiada, pero manteniéndonos a la vez tan libres de ellos que en todo momento podamos desembarazarnos (loslassen) de ellos. Podemos usar los objetos tal como deben ser aceptados. Pero podemos, al mismo tiempo, dejar que estos objetos descansen en sí, como algo que en lo más íntimo y propio de nosotros mismos no nos concierne. Podemos decir «sí» al inevitable uso de los objetos técnicos y podemos a la vez decirles «no» en la medida en que rehusamos que nos requieran de modo tan exclusivo, que dobleguen, confundan y, finalmente, devasten nuestra esencia.  Pero si decimos simultáneamente «sí» y «no» a los objetos técnicos, ¿no se convertirá nuestra relación con el mundo técnico en equívoca e insegura? Todo lo contrario. Nuestra relación con el mundo técnico se hace maravillosamente simple y apacible. Dejamos entrar a los objetos técnicos en nuestro mundo cotidiano y, al mismo tiempo, los mantenemos fuera, o sea, los dejamos descansar en sí mismos como cosas que no son algo absoluto, sino que dependen ellas mismas de algo superior. Quisiera denominar esta actitud que dice simultáneamente «sí» y «no» al mundo técnico con una antigua palabra: la Serenidad (Gelassenheit) para con las cosas.  ¿Qué gran peligro se avecinaría entonces? Entonces, junto a la más alta y eficiente sagacidad del cálculo que planifica e inventa, coincidiría la indiferencia hacia el pensar reflexivo, una total ausencia de pensamiento. ¿Y entonces? Entonces el hombre habría negado y arrojado de sí lo que tiene de más propio, a saber: que es un ser que reflexiona. Por ello hay que salvaguardar esta esencia del hombre. Por ello hay que mantener despierto el pensar reflexivo.  Así, de una manera cambiada y en una época modificada, podría nuevamente ser verdad lo que dice Johann Peter Hebel:  «Somos plantas - nos guste o no admitirlo - que deben salir con las raíces de la tierra para poder florecer en el éter y dar fruto.»
 “El hombre estará cada vez más estrechamente cercado por las fuerzas de los aparatos técnicos y de los autómatas. Los poderes que en todas partes y a todas horas retan, encadenan, arrastran y acosan al hombre bajo alguna forma de utillaje o instalación técnica, estos poderes hace ya tiempo que han desbordado la voluntad y capacidad de decisión humana porque no han sido hechos por el hombre.  hoy todo el mundo puede leer lo que se dice sobre el mundo técnico en cualquier revista llevada con competencia, o puede oírlo por la radio. Pero... una cosa es haber oído o leído algo, esto es, tener meramente noticia de ello y otra cosa es reconocer lo oído o lo leído, es decir, pararse a pensarlo.” Serenidad 1955 Heidegger defiende el pensar meditativo frente al pensar meramente calculador


Idoia

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