La casa japonesa


Con este tema terminaría nuestro acercamiento a Japón y su arquitectura e interiores. Acercamiento porque las diferentes culturas tienen tantos pequeños recovecos y configuran de alguna manera el pensar de cada ser humano que creo que no podemos aspirar a entenderlas, ya que no formamos parte de ellas, no las hemos vivido. Aspiramos por supuesto a conocer, a disfrutar, a aprender y desaprender. A agradecer la diversidad que nos proporciona riqueza.

Aprecio de esta investigación la estabilidad que me ha transmitido toda la información relevante que he leído a la cultura Japonesa, y su arquitectura de interiores. Su solidez a pesar de que los muros de sus casas no sean de hormigón, su entereza, su sencillez, su calidez, su seguridad. Aprecio el no ruido de su esencia. Su tradición tan arraigada y tejida partiendo de unas premisas sólidas y claras. En algún punto de esta investigación un experto que había dedicado su vida a estudiar la cultura de Japón afirmaba que la filosofía del japonés y las premisas que tenían presentes en su vida eran más sólidas y estaban más arraigadas que las de cualquier persona de cualquier otra cultura. Venía a expresar que el japonés se conocía más a sí mismo y a su tradición que cualquier otra persona presuntamente más entendida sobre su cultura.


El año pasado leí El río de las luciérnagas de Teru Miyamoto. Lo he recordado porque me gustó mucho su atmósfera. Es melancólico, poético, sencillo. Sin grandes artificios, para disfrutar de la prosa. No lo sé poner con palabras qué es lo que tiene pero se siente la belleza de algo hermoso. Encuentro algo muy apacible en leer historias de la vida cotidiana, pero desde luego no todas se sienten como esta.




INTERIOR DE LA CASA JAPONESA

Según Lao tse la verdadera belleza de una habitación reside en el espacio vacío delimitado por el techo y las paredes, en lugar de depender del techo y las paredes en sí mismos. Lao tse aspiraba a un ideal estético dependiente del vacío: mantenía que la verdadera belleza no podía aparecer en el mundo material más que cuando éste se despojaba de casi todo, cuando tan sólo existía la más leve sugerencia de color, diseño, o textura. Debería permitirse a la mente, a la imaginación de quién mira, completar ese cuadro según el humor del momento.


La primera impresión de la casa japonesa podría ser su carácter funcional, no hay objetos innecesarios para la vida. En segundo lugar su carácter provisional, las paredes del interior se deslizan y configuran distintos espacios. Por las noches se sacan los futon (conjuntos de colchón y cubierta) de armarios correderos, alineados con la pared, y se guardan de nuevo por la mañana, para despejar el espacio del suelo y aprovechar este para otros usos. Esta mutabilidad se evidencia con las estaciones. En verano las paredes exteriores se abren para que penetre en el interior la sensación de jardín y la brisa. Las mamparas shoji correderas de madera se sustituyen por otras veraniegas de bambú o junco, para mejorar la ventilación.

Así como el ladrillo y el yeso definieron la fisionomía particular de las ciudades europeas la madera, el bambú, la paja, y el papel confirieron a las ciudades y pueblos Japoneses. Una poderosa sensación de continuidad sigue vigente hoy en Japón gracias a estos materiales.


TATAMI

Es el centro alrededor del que gira el diseño de las viviendas. Se trata de una estera rectangular de paja entretejida, que se encuentra en casi todas las casas del país. En principio el tatami estaría en la sala de té, pero también podrá convertirse en la habitación de invitados.

El origen se remonta a la antigua civilización japonesa, cuando se extendía paja sobre el suelo de tierra desnuda para proporcionar suavidad y calor. En el periodo Henian (794-1185) se transforman en esteras livianas que se podrían extender en cualquier lugar de la casa conforme se necesitaran, para dormir o sentarse alrededor del hogar. Hoy día un tatami corriente tiene unos 90x180 cm.


Como material para cubrir el suelo, la estera de tatami se adapta magníficamente al clima. Permite que el aire circule por el suelo y resulta blando y acogedor bajo los pies. La costumbre de quitarse los zapatos pretende que el tatami conserve su estado original lo mejor posible.

Pero no únicamente sirve para cubrir suelo, sino que compone, modula y distribuye espacios, regula el tamaño de la casa.


BAMBU

Los textos históricos recogen que el bambú tenía, en Japón, más de 1400 usos prácticos y decorativos. Con frecuencia el primer punto de contacto entre la calle y el resto de la casa es una valla de bambú. Es asimismo el material escogido para los techos y vigas de las casas de labranza tradicionales y las viviendas en el campo.

Con el junco se forman persianas exteriores (sudare), que protegen la fachada del calor del sol y que en verano sustituyen a las puertas soji para producir ventilación.

El bambú se caracteriza por su fuerza, duración, flexibilidad, y su capacidad para partirse con un corte recto, además de poder entretejerse.

Resulta un material muy evocador, el sonido de un bosque de bambú tableteando y susurrando con el viento, esta experiencia sensorial aparece constantemente en literatura, poesía o cine.

Una de las columnas de la sala de té suele ser de bambú, así como el cacillo de agua y los batidores de té, lo que produce un efecto de ligereza y una sensación de rusticidad.


PAPEL

“La belleza de una habitación japonesa depende de la variación de las sombras, sombras densas frente a sombras ligeras. Los occidentales se asombran de de la sencillez de las habitaciones japonesas, no viendo en ellas más que paredes cenicientas desprovistas de adornos. La reacción es comprensible, pero revela la incapacidad de comprender el misterio de las sombras” Junichiro Tanizaki

El juego de sombras se produce a partir del habilidoso empleo del papel como material de construcción y decoración. Lo que proporciona al interior de la casa su atmósfera variable es el papel hecho a mano o washi.

El papel se emplea en las ventanas interiores y las puertas correderas shiji, en estas se coloca un papel grueso y opaco de color crema, que suaviza la luz al entrar en una habitación desde el exterior. Para cubrir las puertas macizas que dividen las habitaciones y ocultan los armarios, llamadas fusuma, se utilizan papeles coloreados y pintados más finos. Y el washi más delicado cubre las tradicionales lámparas de suelo llamadas andon, que esparcen un brillo suave en la casa por las noches


MADERA

Tal vez sea el más precioso de sus materiales, que ha sido hasta finales del S.XX el más asequible de ellos, obtenido de los bosques que cubren el montañoso interior de Japón. Pinos, cedros y cipreses han crecido en abundancia, aunque estos árboles se consideran cada vez más una fuente finita y cara.

Sin embargo, la mayor parte de la construcción se sigue basando en una estructura de madera, y el carpintero es el más respetado de los artesanos. Mientras los grandes templos y sus antiguos santuarios antiguos, construidos enteramente de madera, han resistido un milenio, la mayoría de la arquitectura residencial ha sido siempre de naturaleza mucho más ligera y temporal; quizá se trate de una precaución necesaria en una tierra donde los terremotos son frecuentes.

En los interiores su calidez, irregularidades y textura se consideran más que elementos estéticos



PIEDRA

La piedra es el material más pesado de los implicados en la creación de la casa japonesa, es reserva en gran parte para las zonas exteriores de la edificación.  Si se disimulaba en los cimientos y se vuelve muy visible en los caminos, entradas y jardines.

Como la madera, la piedra se valora por una individualidad. Una roca aislada y grande puede formar el centro de atención de un jardín japonés, la coloración, textura y forma peculiar de cada una contribuirá en gran medida a la atmósfera del paisaje. Para los caminos y la pavimentación de las entradas, se emplean losas irregulares de piedra. Cuando se frota o riega con agua, de modo que brille con el temprano sol de la mañana o reluzca a la luz de un farol, la piedra puede adquirir cualidades poéticas.

SOBRE LA CASA DE TÉ

Como terreno donde tiene lugar la ceremonia del té, la casa de té simboliza y condensa las ideas de la filosofía que acompaña a dicha bebida.


El té fue introducido en Japón alrededor del siglo X por sacerdotes cen que volvían de estudiar de China, servían para que los monjes budistas lograran permanecer despiertos durante largas horas de meditación, en Japón esta dimensión espiritual de la bebida se extendería más allá del orden religioso, llegando al mundo secular y creando, de hecho, un culto del esteticismo.

En el siglo XVI con el maestro de té Sen Rikyu Soeki, se crea un espacio que realce la naturaleza frágil y pasajera de la vida; la casa de té. El lugar pretendía recrear el mundo del espíritu, evocando la sencillez y falta de artificio de una cabaña de paja, si bien es cierto que de forma muy estilizada.

La decoración era escueta, para centrar mejor la atención de los participantes en la ceremonia de té. Elementos como un rollo de papel o pergamino, algunas flores, un recipiente para calentar el agua y las tazas eran los únicos presentes.

Hoy en día las escuelas de té en Japón siguen las premisas de Sen Rikyu.

Kansuien, es una típica casa de té. Sus materiales son sencillos y aparentemente no hay nada simétrico. Esta irregularidad tiene como objeto sugerir un aparente descuido, como si la casa hubiese evolucionado orgánicamente, en lugar de hacerlo de forma cuidadosamente pensada. Los materiales toscos y sin refinar, también se han escogido específicamente para producir la misma impresión. Los techos bajos de paja de arroz, las columnas de bambú, las paredes sin enlucidos ni adornos, tatami sobre los suelos, las ventanas cubiertas de papel… todo ello busca la ligereza, fragilidad y evanescencia. El conjunto crea el entorno ideal, donde el interés y la tensión se sostienen mediante el contraste entre los elementos simples y naturales utilizados en la construcción y la misma ceremonia del té, muy ritualizada y formalizada.




LA CASA URBANA

La casa de té tuvo una fortísima repercusión en el arte y artesanía. Los ceramistas se afanaban en crear recipientes para el té, los herreros en forjar recipientes para calentar el agua, los cesteros en construir batidores de bambú, los maqueadores en lacar carritos, vajillas y cuberterías exquisitos. También se requerían obreros en la construcción; Carpinteros, fabricantes de tatami y jardineros trabajaban sin cesar para atender a las demandas de la nueva moda del té.


Es el germen que llevaría al desarrollo de la casa común. Primero fueron los samuráis quienes lo adoptaron.

La casa de Nakamura Sotetsu, en Kioto, es un ejemplo de este desarrollo arquitectónico. Al entrar a la casa la primera estancia se trata de la casa del té. Habitualmente existen dos entradas. Una de ellas, un conjunto de mamparas shiji correderas que llegan hasta el techo, es la entrada de los nobles, que recuerda los días de la estricta segregación de clases. La segunda es una mampara shoji corredera a media altura, llamada nijiru-guchi, que se atraviesa a gatas; una actitud humilde que dispone la mente para la ceremonia del té. El techo de la sala está hecho de ojiro, un tipo de corteza trenzada, que crea una atmósfera claramente rústica, así como las paredes, de una arcilla toscamente tratada llamada juraku. El diseño de este lugar, es decir, los materiales estratégicamente sobrios y la disposición asimétrica, señala la pauta para el resto de la casa.




LA CASA DE MONTAÑA

El noventa por ciento de Japón está cubierto por altas montañas rocosas. Dichas montañas cuentan con un carácter simbólico, el Fujiyama es un icono nacional; donde los espíritus de los antepasados remotos habitan en las cumbres de las montañas. Las montañas al igual que en otras culturas son el lugar de la meditación.


Las casas de montaña son muy diferentes entre sí. Muchas se construyen al estilo de las casas de labranza, con vigas sólidas de madera y tejados gruesos de paja, adaptados al frío y a la nieve del clima. Algunas viviendas de montaña son poco más que cabañas; en tiempos pasados proporcionaban cobijo a los peregrinos y hoy hacen lo mismo con los excursionistas. Sin embargo, de cuando en cuando se encuentran casas bastante más exóticas en cuando a la función y el diseño.



Miyama-sou es el retiro de un esteta. La estructura es sencilla, pensada como lugar de donde admirar las montañas. El bisabuelo del actual propietario la construyo a mediados del S. XIX, como posada para peregrinos. De presencia sobria, sus rasgos arquitectónicos son irregulares y asimétricos, toscos y sofisticados. Se llega a la entrada descendiendo por un camino pavimentado con enormes losas de roca, iluminadas por la noche mediante lámparas de papel de arroz a la altura del suelo. Al final del camino se encuentra el acogedor vestíbulo; las mamparas y la ventana redonda indican que no se trata de un humilde refugio de montaña. La ventana redonda, es característica de la arquitectura religiosa y aristócrata e, históricamente, señala la transición de la ventana como sistema práctico para que entre la luz a elemento decorativo y artístico. En el interior ciertos elementos particulares confieren gran individualidad a esta posada: el cuarto de baño, con la tradicional bañera de ciprés japonés, que mira al arroyo de fuera, los travesaños delicadamente tallados en las habitaciones con tatami y las puertas fusuma con sus decorados fantásticos.




  1. Idoia

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