CARACTERISTICAS ARQUITECTURA JAPONESA
El clima
es uno de los principales condicionantes de la arquitectura japonesa. Los veranos
en la mayor parte son largos, calurosos y húmedos, algo que se refleja
claramente en la forma en que están construidas las casas. La casa tradicional
está algo elevada, para que el aire
se mueva alrededor y por debajo de ella. La madera fue el material predilecto
porque es fresca en verano, cálida en invierno y más flexible cuando se
producen terremotos.
En
el periodo Asuka
(593–710), el budismo se introdujo en Japón procedente de China, y los templos
budistas se construyeron siguiendo el estilo continental. Desde esos tiempos,
la arquitectura budista ha tenido una profunda influencia en la arquitectura de
Japón.
En el periodo Nara (710–784), y en la zona del mismo
nombre, se planeó una ciudad llamada Heijokyo con una forma muy similar a la
que tenía la capital china, en la que las calles estaban dispuestas siguiendo
un patrón parecido a un tablero de ajedrez. Muchos templos y palacios de ese
periodo fueron construidos en el estilo Tang de China.
En el periodo Heian (794–1185), los elementos
chinos fueron asimilados totalmente y se desarrolló un estilo verdaderamente
nacional.
Las casas
de la nobleza en Heiankyo, actualmente Kioto, se construyeron en el estilo
shinden-zukuri, en el que los edificios
principales y los dormitorios se ubicaban en el centro y estaban conectados con
otros apartamentos circundantes por medio de pasillos.
En el
siglo XVI, cuando los señores feudales dominaban la sociedad japonesa, se construyeron
muchos castillos. Aunque se construyeron como defensas militares, estos
castillos fueron usados también para incrementar el prestigio del señor feudal
local y como residencia del mismo. En la actualidad aún quedan unos pocos,
admirados especialmente por sus tenshukaku (torre del homenaje). Los edificios
usados como espacio para vivir dentro de los terrenos del castillo, así como
también las dependencias habitables de los templos budistas, se construyeron
frecuentemente siguiendo el estilo de arquitectura doméstica llamado
shoin-zukuri, incorporando nuevas características –paneles deslizantes cubiertos por papel transparente y opaco (shoji
y fusuma, respectivamente) y esteras (tatami)–
que aún siguen siendo elementos básicos de la casa tradicional japonesa. El
ejemplo existente más impresionante de este estilo se encuentra en el palacio
de Ninomaru, en el castillo de Nijo, en Kioto, que data del siglo XVII.
En el
siglo XVII, el estilo shoin-zukuri se combinó con características de sukiya, la
casa de té donde se celebraba la
ceremonia del mismo nombre, para crear el estilo sukiyazukuri de arquitectura
doméstica.
Caracterizado
por una delicada sensibilidad,
elementos de madera elegantes y una simplicidad sin ornamentos, el mejor
ejemplo existente de este estilo es el palacio exento de Katsura (Kioto),
famoso por su mezcla armoniosa de edificios con jardines representando
paisajes.
Cuando el
budismo llegó a Japón en el siglo VI se construyeron lugares, dedicados a la
adoración de Buda, cuya forma arquitectónica procedía de China y Corea. En cada
uno de los recintos de los templos se erigió cierto número de edificios para
satisfacer las necesidades de los monjes o monjas que vivían allí, e, igual o
más importante, para proveer a los fieles con las instalaciones adecuadas para
poder reunirse.
En el
siglo VII, un grupo de edificios comprendía 7 estructuras básicas: la pagoda, el pabellón principal, el
pabellón de lectura, la torre de la campana, el repositorio para los sutras, el
dormitorio y el pabellón del comedor. Rodeando el recinto completo del
templo se encontraba una pared de barro con puertas a cada lado. Lo más común
es que cada puerta tuviese 2 pisos.
La
naturaleza del culto sintoísta cambió tras la introducción del budismo, y los
santuarios tomaron prestados ciertos
elementos de la arquitectura budista. Por ejemplo, muchos santuarios fueron
pintados al estilo chino, con columnas rojas y paredes blancas.
En
aquellos tiempos era una tradición reconstruir
con frecuencia los santuarios para purificar el sitio y renovar los materiales
(una práctica que todavía se sigue en el santuario de Ise cada 20 años). Por
esta razón, y también como resultado del fuego y otros desastres naturales, los
santuarios principales más antiguos sólo se remontan a los siglos XI y XII.
El
interior de las casas japonesas antiguas estaba prácticamente abierto, no tenía ni tan siquiera
biombos para separar espacios individuales. Poco a poco, al ir adquiriendo
importancia las áreas particulares y sus
funciones, como comer, dormir o vestirse, empezaron a usarse los biombos
(byobu). El shoji y el fusuma, que aún pueden encontrarse en muchas casas,
vinieron después. Aunque como barreras de sonido no sirven para casi nada, sí
ofrecen algo de privacidad y pueden retirarse para poder disponer de todo el
espacio disponible. El shoji también permite que pase la luz.
En lugar
de ver el interior y el exterior como dos entornos diferentes, los japoneses
piensan que éstos son dos elementos complementarios.
Este concepto se plasma en la galería japonesa (engawa), que sirve como un
espacio de transición entre el interior y el exterior de la casa. El nure-en, que
está fijado al costado de las casas y se moja cuando llueve, es una variación
del engawa.
Desde un
punto de vista estético, la casa tradicional se diseña pensando en gente sentada en el suelo, no de pie.
Las puertas, ventanas y alcobas se colocan de forma que los objetos artísticos
de la casa y el jardín del exterior se puedan contemplar estando uno sentado.
Hasta en
las casas occidentalizadas es habitual encontrar una habitación cuyo suelo está
cubierto con tatami, y sigue siendo una costumbre quitarse los zapatos antes de
entrar en las casas.
Las
técnicas de la arquitectura moderna
fueron introducidas en Japón al comienzo de la restauración Meiji en 1867. Los
primeros edificios construidos como resultado de este esfuerzo combinaron los
métodos japoneses tradicionales de construir con madera y los métodos y diseños
occidentales. La escuela elemental de Kaichi (1876) en la ciudad de Matsumoto,
prefectura de Nagano, es el resultado típico del enfoque híbrido adoptado para
las escuelas construidas en todo el país.
En los
años 1880, la opinión reaccionaria se reveló contra la carrera emprendida hacia
la occidentalización, hasta en la arquitectura, y se recomendó la vuelta a los
modelos asiáticos. Después de la Primera Guerra Mundial, la arquitectura
tradicional japonesa fue sometida a una reevaluación cuando arquitectos como
Frank Lloyd Wright (1867– 1959) de los Estados Unidos y o el alemán Bruno Taut
(1880–1938) vinieron a trabajar a Japón.
Los años
que siguieron a la Segunda Guerra Mundial vieron una continuación de los
esfuerzos para reconciliar las arquitecturas tradicional y moderna. Tange
Kenzo, uno de los arquitectos de posguerra más famosos e influyentes de Japón,
logró fusionar la arquitectura tradicional japonesa con los avances
tecnológicos y científicos.
2
SIMBOLISMO DE LOS INTERIORES EN LAS VIVIENDAS
JAPONESAS.
2.1
Cultura japonesa
La
cultura japonesa tradicional retoma conceptos nacidos en China y los adapta
renovándolos por completo, generando de hecho su propia cultura. El factor que influyó mucho en la cultura
japonesa es su religión, es decir el budismo.
Así como
las personas deben despojarse de lo superfluo para llegar a apreciar la
verdadera belleza, también las casas se despojan de todo lo superfluo y de todo
tipo de ornamentación, llegando a lo básico. Esto se traduce en la relación entre el lleno y el vacío que se
encuentra en las casas tradicionales japonesas.
El
filósofo japonés, Lao Tse, decía que la verdadera belleza de una habitación reside
en el espacio vacío delimitado por el techo y las paredes, en lugar de depender
del techo y las paredes en sí mismos. Lao Tse proponía una visión estética
dependiente del vacío, ya que la verdadera belleza no podía manifestarse en el
mundo material más que cuando este se despojaba de casi todo, privando el
espacio de decoración, para que la mente del observador pudiera completar su
propia imagen de la estancia. Aunque parezcan vacías, las viviendas japonesas
trasmiten la sensación de lo transitorio, a través de sus estancias cambiantes
que generan espacios flexibles utilizables durante el día de forma distinta.
Por
ejemplo, en los dormitorios había colchones (futón) que se ponían en el suelo
por la noche y se guardaban durante el día en armarios correderos alineados con
la pared. El tema de la transitoriedad
deriva también del budismo, que lo explica a través de dos palabras,
difícilmente traducibles, wabi y sabi, que sugieren sentimientos de desolación
y soledad. La palabra wabi, en origen se refería a la soledad de la vida en la
naturaleza, lejos de la sociedad; y sabi significaba frío y pobre. Luego estos conceptos
cambiaron y se convirtieron hasta que wabi
hoy en día indica la simplicidad rustica, el frescor y el silencio, y se
puede aplicar también a la elegancia no ostentada; se refiere también a las
imperfecciones que hacen que un objeto sea único. Sabi indica la belleza que acompaña el avanzar de la edad, cuando
la vida de los objetos está afectada por la pátina del tiempo.
Desde la
perspectiva budista estos dos sentimientos son positivos, ya que representan la
liberación desde el mundo material y la trascendencia hacia una vida más
simple. El concepto del wabi sabi se aplica, entre muchas otras cosas, a la ceremonia del té. Este ritual nació en
China y fue importado en Japón por un monje durante un viaje a China en 1191.
El té solía ser utilizada por los monjes para aguantar despiertos durante las horas
de meditación. Pronto el uso de esta bebida se extendió y fue el monje Murata
Shukō quien ideó el ritual de la ceremonia llamada chadō, insistiendo mucho en
su simplicidad y en la sencillez de sus utensilios, cuyas formas están
retomadas por los utensilios de los campesinos. La ceremonia del té adquirió
tanta importancia de dedicarle una habitación de la vivienda, llamada sala del
té. La sala del té es un espacio no solo físico, también espiritual, al que se
accede por una puerta pequeña que obliga a entrar en el espacio de rodillas, en
signo de humildad. Es un espacio sencillo, que hace suyo el concepto de
simplicidad rustica del wabi. Dentro de este espacio tienen una gran
importancia los utensilios, sobre los cuales el tiempo ejerce su acción dejando
una pátina que hace que estos objetos trasmitan serenidad y armonía; es la
aplicación del concepto de sabi.
2.2
El fūsui.
La visión
holística típicamente oriental, que considera todos los elementos de la naturaleza como un sistema único formado
por partes que dependen las unas de las otras, se refleja en la filosofía del fūsui. Hoy en día el concepto
de que todo está relacionado, está a la base del concepto de desarrollo
sostenible, ya que se ha vuelto a entender que nuestras acciones tienen una
repercusión a cascada en más aspectos de lo que se podría ver a simple vista.
Esta
disciplina nació en China y luego se extendió a muchos países orientales, entre
estos, también a Japón. El fūsui (feng shui en chino) es básicamente una
ciencia ambiental que se basa en la observación y en la interpretación del
mundo natural, dando por hecho que todo lo que nos rodea afecta positivamente o
negativamente a nuestra existencia. El fūsui es el estudio del movimiento de la energía y de cómo su fluir afecta a
todos los aspectos de nuestra vida. La física cuántica confirma que todo se compone
de energía; cualquier elemento físico constituye un cúmulo de vibraciones de
energía.
El fūsui
se ocupa del estudio del vacío que llena
el espacio físico, que está lleno de energía, y que es muy importante para
nuestro bienestar. Esta energía está creada por dos fuerzas, una positiva y la
otra negativa, que son el yin y el yang.
Estas fuerzas están en movimiento constante y cada una intenta dominar la otra,
así que cuando una de las dos se hace demasiado fuerte, su influencia remite y
resurge la otra, en un juego de equilibrios constante. El yin está asimilado más
a la parte femenina y el yang a la parte masculina. Por ejemplo, el agua
estancada es yin, mientras que un río en movimiento rápido es yang. Estos dos
conceptos son opuestos pero interdependientes, y lo que hay que buscar es un
equilibrio entre ellos. Hay también otro tipo de fuerza, el chi, que es la
fuerza vital de todas las cosas animadas. El propósito del fūsui es crear
ambientes donde el chi pueda fluir suavemente, así que si fluye suavemente en
el interior de una vivienda sus ocupantes son positivos y pueden vivir una
existencia tranquila. Si el chi se mueve perezosamente, por ejemplo, porque
encuentra obstáculos en su camino, entonces esto afecta negativamente la vida
de sus ocupantes.
Este tema
está directamente relacionado con el pensamiento del filósofo Lao Tse, ya que
lo que nosotros apreciamos como vacío, en realidad es el espacio donde fluye el
chi. Si este espacio se llena de muebles y objetos que no tienen ninguna utilidad,
se hace que la energía no fluya suavemente y se generen rincones donde la
energía estanca. Es por esta razón que en las viviendas tradicionales japonesas
se da mucha importancia al tema del almacenamiento. Todo lo que no sirve y no
tiene una ubicación precisa en la vivienda no tiene que ser guardado, ya que
guardar objetos viejos e inútiles impide que pueda haber espacio para colocar
objetos nuevos, y simbólicamente también se refiere a la posibilidad de generar
nuevas situaciones y nuevas oportunidades. De hecho, el desorden dificulta el
flujo libre del chi en la casa, y por lo tanto en la vida de sus ocupantes.
2.3
Relación interior-exterior y el jardín.
La estrecha relación entre el
hombre y la naturaleza hace que la vivienda establezca una fuerte relación con
el exterior, y en particular con el jardín.
El
arquitecto australiano Antonin Raymond, escribió:
“Cuanto
más abierta sea la casa, mejor podrán sus habitantes mezclarse con la
naturaleza. El japonés ama a la naturaleza con todo el corazón, más que
nosotros, y lo muestra aceptando sacrificios por ella que nosotros no hacemos.
El jardín y la casa son una sola cosa. El jardín entra dentro de la casa, y la
casa penetra por el jardín como una serpiente por la hierba. Comparado con el
que tienen los japoneses, nuestro amor por la naturaleza es muy superficial.
Para ellos es el verdadero secreto de la existencia.”
Esta
relación se traduce en vistas enmarcadas por ventanales y patios contemplativos
que ofrecen vistas directas hacia el jardín, que de esta forma se convierte en
un elemento decorativo, o mejor dicho contemplativo, del interior de la
vivienda.
Los
ventanales que se abren hacia el jardín tienen la función práctica de dejar que
entre la luz natural en el interior de la vivienda, y también ofrecen vistas
que permiten reconciliarse con la naturaleza y estar en armonía con ella.
Durante
las temporadas del año estas vistas cambian en base a como la vivienda se
adapta para aguantar el frío del invierno y el calor del verano. En invierno a
las puertas correderas shoji se añaden papeles que permiten suavizar la luz y
protegerse del frío, mientras que en verano las puertas se abren para acceder
directamente al jardín.
El diseño
de cada elemento del jardín no es en absoluto casual, sino que está gobernado
por reglas muy estrictas. El texto más antiguo que ofrece indicaciones sobre cómo
llevar a cabo un jardín es el Sakuteiki, escrito durante el I siglo d.C. Este
texto no es un manual por cómo se entiende hoy en día, si no que recoge la
cultura japonesa y sus símbolos y la aplica a la creación del jardín. Cada
vista del jardín está gobernada por los cuatro animales; en el norte hay la
tortuga, que se traduce en la práctica con algo sólido como un bosque de pinos
o una roca; en el este hay la posición del Dragón, que se traduce con arbustos
o con más rocas; el oeste es la posición de la Tigre y el paisaje tiene que ser
más bajo; al sur hay la posición del fénix, que se traduce a través de un
bosque o una pequeña roca que delimita el jardín. El jardín japonés retoma sus formas de la
propia naturaleza, y todos los elementos añadidos tienen que parecer naturales.
Por esta razón las plantas crecen naturalmente con su propia forma y las rocas
que se sacan de las montañas deben estar posicionadas en el mismo sentido en
que han sido encontradas. Estos elementos, que parecen inertes, tienen una gran
importancia en el jardín japonés ya que representan el monte Shumi-Sen,
considerado por los budistas el centro del mundo.
Otro
elemento muy importante es el agua, considerado un conductor del chi, y capaz
de aportar riqueza. En el agua se ubican rocas tumbadas que representan las
cinco islas habitadas por los ocho inmortales, que, según la leyenda, vivían en
armonía con la naturaleza. Estas islas estaban ubicadas en el dorso de una
tortuga enorme, y luego las cinco islas se convirtieron en la isla Horai-zen.
La
sensación que produce el jardín japonés es una sensación de serenidad, no
porque no haya vida o movimiento, sino porque cada elemento está posicionado
con cuidado, jugando con los contrastes entre los elementos, involucrando así
las fuerzas opuestas del yin y yang. Por ejemplo, la belleza de una flor
resalta si está junta a una roca. De esta manera, el fluir correcto del chi en
el jardín aporta beneficios a la vivienda, ya que estos dos elementos tienen
que ser considerados como un único sistema.
2.4
Materiales
Los
materiales utilizados en los interiores de las viviendas tradicionales
japonesas están directamente relacionados con los cinco elementos que componen el
entorno natural.
Estos
elementos son la madera, el fuego, la tierra, el metal y el agua. A cada uno de
ellos están asociadas características propias y los materiales y objetos que
los representan.
Los
materiales principales que forman parte de los interiores de las viviendas
japonesas son el tatami, el bambú, la madera y la piedra.
El tatami es el centro alrededor del
que gira el diseño de la vivienda. Se trata de una estera rectangular de paja
entretejida, que en principio estaba destinada a la sala del té. Había una gran
atención para que los muebles y las herramientas se hicieran a medida del
hombre que lo usa. Por eso, el cubrir toda una habitación con tatami, exigía
que el mismo edificio se hiciera con dimensiones estandarizadas acomodadas al
hombre. Esto dio origen a un sistema proporcional de medidas de la madera de
construcción, que se llama kiwari. Este sistema se basa en la distancia que hay
entre el centro de un pilar y el de otro, y en el grueso de los pilares. Las dimensiones de todo el
edificio se determinaban en forma de múltiplos o fracciones del grueso de los
pilares. Este método suponía que el tamaño de cada tatami podía ser diferente,
según el tamaño de las habitaciones que había que cubrir.
Como
material para cubrir el suelo, la estera
tatami se adapta muy bien al clima. Permite que el aire circule por el
suelo y resulta blando y acogedor bajo los pies. Para los japoneses los tatamis
representan la hierba, de manera que al sentarse varios juntos se sentían
unidos por el vínculo común de la naturaleza.
El bambú es un material muy frecuente en
las viviendas japonesas debido a su fuerza y duración y también a su
flexibilidad. Además de ser utilizado como material de construcción para
construir vigas y techos, posee también un gran valor estético, debido a la
belleza de los nudos y de las superficies brillantes que evocan el sonido del
bosque de bambú. Una de las columnas de la sala del té suele ser en bambú, así
como el cacillo del agua y los batidores del té, o que produce un efecto de
ligereza y una sensación de rusticidad, como indica el concepto de wabi.
La madera siempre ha sido el material de
construcción más utilizado. Mientras los grandes templos se han conservado, la
mayoría de la arquitectura residencial ha sido destruida. La vivienda japonesa
tradicional está hecha de madera, un material ligero que responde muy bien a
los terremotos, y que resume en sí mismo el concepto de transitoriedad. Por
ejemplo, el santuario de Ise es reconstruido cada veinte años bajo la misma
forma y estructura que tenía en el siglo VIII.
Esto para que se puedan trasmitir las técnicas constructivas
tradicionales y para hacer manifiesto el concepto de lo transitorio. En los
interiores, su calidez, irregularidades y textura se consideran importantes
elementos estéticos.
El papel pintado a mano, que se llama
washi, se añade a las puertas correderas, a las puertas que dividen las
habitaciones y ocultan los armarios y a las lámparas de suelo llamadas andon.
Existen muchos tipos de papel pintado, y cada uno está destinado a un uso
concreto en función de sus características. Es gracias a estos papeles que se
suaviza la luz que entra por las ventanas y se producen sombras capaces de
crear atmósferas distintas. Estas sombras, según el novelista Junichiro
Tanizaki, son la verdadera esencia de la belleza de las viviendas japonesas.
Estos cuatro materiales, tatami, bambú, madera y papel, están asociados al
elemento madera, que simboliza la primavera, el crecimiento y la vida vegetal.
En su forma yin es flexible y manejable, y en el yang, tan recia como un
roble. Su energía es expansiva,
nutritiva y versátil.
La piedra es un material que se reserva
para las zonas exteriores de la vivienda, para los caminos y los jardines. La
piedra se valora por su individualidad y por su simbolismo. Como decimos en el
apartado dedicado al jardín japonés, la piedra no viene entendida como un
material inerte, si no que adquiere su importancia sobre todo en comparación
con otros elementos, disfrutando de las fuerzas yin y yang.
Este
material está relacionado con el elemento
tierra, que simboliza el ambiente nutritivo que permite crecer a las
semillas, de las que emanan todas las cosas vivas y a las que regresan.
El elemento fuego, presente en los
interiores a través de velas luces y lámparas, simboliza el verano, el fuego y
el calor. Según el principio del yin y yang, positivamente representa el honor
y la imparcialidad, y negativamente la agresión y la guerra.
El elemento metal, presente en los
interiores a través de objetos metálicos, simboliza el otoño y la fortaleza. Su
naturaleza representa solidez y la capacidad para contener objetos. Según el principio del yin y yang,
positivamente representa la comunicación y la justicia, y negativamente
representa destrucción, peligro y tristeza.
El
elemento agua, presente en el interior y exterior de la vivienda, simboliza el
invierno y el agua misma. Sugiere la personalidad interior, el arte y la
belleza. Según el principio del yin y
yang, positivamente nutre y apoya con comprensión, mientras que negativamente,
puede desgastar y agotar.
2.5
Conclusiones.
Aunque
los interiores de la vivienda tradicional japonesa parezcan vacíos a los ojos
de un occidental, en realidad en este aparente vacío se desarrolla un mundo
invisible hecho de energía y de conocimientos de las reglas que mueven el
universo, que se traducen a nivel doméstico en símbolos que los evocan
continuamente.
La
vivienda de esta forma se configura como el espacio que recoge estos
conocimientos con el objetivo de alcanzar una armonía con la naturaleza,
incluyendo en la naturaleza el hombre como parte integrante de esa. El
bienestar del hombre depende del bienestar de la naturaleza y al revés, en un
juego de equilibrios siempre muy delicado.
El
objetivo de la vivienda es el bienestar de sus ocupantes, y cada pieza, que sea
un objeto, un material, una ventana, una roca, está colocada exactamente donde
su ubicación puede aportar algo bueno para sus ocupantes. No hay nada en la
vivienda que sea colocado de manera aleatoria, por todo hay una razón especifica.
El
encanto de los interiores de las viviendas japonesas está en descubrir la auténtica
belleza que reside en este aparente vacío, como afirmaba Lao Tse.
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